sábado, 14 de enero de 2012

Condicionamientos

Hoy me gustaría hablar acerca de la educación y el condicionamiento que estamos dando a los más nuevos y sus posibles consecuencias.
Desde niños hemos sido condicionados a ser de determinada manera. A no hacer eso, a no hacer lo otro; a ser así y no ser lo contrario; preguntamos al niño desde muy pequeño qué va a ser de mayor, porque –por lo visto- tienes que transformarte en algo, tienes que ser alguien, tienes que eso, tienes que lo otro… Si no estudias eres un tonto, o sea, tal como eres no sirves –repito: tal como eres, no sirves-, eres tonto. En ese momento el padre o la madre, que tiene la mejor de las intenciones, dice ese montón de cosas, montón de condicionamientos al niño, generando emociones que cargamos en nuestro inconsciente por toda una vida. Esa desconfortable sensación de ser considerado como "tonto" se graba emocionalmente en nuestro inconsciente. De adultos esa mala sensación se repite cuando fallamos o cuando nos equivocamos: nos sentimos tontos. El error es sancionado en nuestra sociedad. Y nos olvidamos de lo importante que es la equivocación para el aprendizaje.
Sabes que acercarte el dedo a la llama de una vela te puede producir una quemadura. Sabes eso, porque lo has hecho, lo has sentido. Afortunadamente tu naturaleza fantástica te libró de una mayor quemadura haciéndote reaccionar casi instantánea y automáticamente. Tienes que pasar por esa situación para que sientas el poder del fuego y otros elementos de la naturaleza. Sin embargo los padres suelen perder energía intentando pasar su experiencia al niño diciéndole que no acerque el dedo a la llama, que no toque el cactus porque pincha, que no ponga el juguete en la boca porque a lo mejor te puedes enfermar mortalmente… De niños empezamos a probar la vida con nuestros sentidos, y esa exploración es completamente necesaria. Habrá equivocación en ese aprendizaje, habrá dolor, pero no un dolor mortal, no te vas a morir por eso; la naturaleza responderá sacando al niño de esa situación. Afortunadamente esa experiencia servirá hasta sus últimos días de su existencia. Y ¿qué eres realmente, sino que tú experiencia?
Cuando enviamos el niño a estudiar le enviamos a que les condicionen con la historia, con las matemáticas, con las teorías. Y de adulto vamos repitiendo cosas por ahí que no sabemos en realidad, cosas que no son nuestra experiencia. Otro día acompañé un curso para madres embarazadas que estaban a punto de dar a luz, impartido por una chica relativamente joven. Percibí por su expresión corporal, por su estado etérico y por el tono de voz que empleaba que aquella chica no conocía realmente lo que estaba hablando. Me certifiqué al final de la clase cuando le pregunté; no era madre, no había pasado por la experiencia de dar a luz. Sólo tenía el título para impartir el curso. Teorías… Aunque quiera esforzarse para dar una buena clase, el hecho de no haber pasado por tal experiencia te transforma en un loro que repite cosas. Y es exactamente eso lo que hacemos de niños al ir a la escuela. Perdemos preciosas horas, un precioso porcentaje de nuestra infancia no para experimentar y conocer, y sí para escuchar y repetir como prueba de que sabemos. Además el contenido no es de calidad para el crecimiento: ¿de qué vale saber trigonometría para que seas un adulto completo y realizado?, ¿de qué vale saber cadenas carbónicas de la química inorgánica para que seas feliz?, ¿por qué entra a la historia un desequilibrado como Napoleón Bonaparte? Una de sus frases más íntimas y posteriormente escritas por uno de sus asesores, sus allegados fue: “si me preguntas cuantos días he sido feliz en mi vida, no me acuerdo de más que cinco o seis ocasiones”. No me extraña, un provocador de guerras y de batallas no puede ser feliz, la naturaleza no permite. Pero el sistema educativo enseña que Napoleón tuvo éxito y tuvo un gran reinado, conquistó países… Vamos enseñando cosas de poca calidad humana a los niños y el resultado es que el mundo está un caos; parece que tenemos la felicidad como algo muy distante, como una meta. Y yo te quiero decir que la felicidad no es una meta, es tu estado natural.
De niño eres feliz hasta que llegan los condicionamientos. Tienes que tener eso, tienes que ser competitivo porque -por lo visto- hay una competición. Tienes que ser rico, adquirir cosas, si llegas a ser millonario habrás tenido éxito, habrás alcanzado la meta, todo el esfuerzo de haber pasado años estudiando habrá valido la pena… Y yo te quiero decir: hay tantos millonarios infelices, desequilibrados, tristes… Aprisionados en sus comodidades, con miedo de perder, con miedo de compartir… O descontentos porque quieren más, quieren más porque no están contentos como están, como son en aquél momento… No disfrutan en realidad… Tuve la oportunidad de tratar algunas personas en ese estado e investigando acerca de sus infancias descubría que todos ellos habían reaccionado de determinada manera, con una emoción específica ante esos condicionamientos. Es maravilloso ser rico y ser millonario, desde que hayas aprendido a ser feliz. Y cómo ser feliz no está en ninguna asignatura de ningún período académico en el actual sistema educacional. Infelizmente… De ahí solo salen niños transformados en adultos con una carrera específica –porque no te olvides que tienes que transformarte en algo, en alguien. En mi consultorio también atendí a adultos que tenían trabajos bien pagados, estables, que se podían permitir comprar las últimas tendencias tecnológicas, se vestían a la última moda, pero no hacían lo que realmente les gustaba. Habían estudiado para una carrera determinada porque el sueldo era elevado. Nada más… Un Juez leyendo casos horribles de asesinato y de violencia por un buen sueldo. La sensación que le producía leer aquellas sentencias le provocaban una gran angustia. Él no estaba feliz con su trabajo, consigo mismo. No disfrutaba.
Bueno, ¿y si no triunfas? Has estudiado, te has atiborrado de tantas asignaturas, tantas teorías, tantos estudios, tantos títulos… Y luego tu trabajo es una obligación, un sacrificio. No te gusta en realidad, vas porque tienes que pagar tus cuentas. Porque tienes que cumplir con todo el condicionamiento. Te conviertes en una cosa, algo, un alguien, persona física, un número, hacienda, seguridad social… Eras un niño o una niña, sin preocupaciones, feliz, en tu estado natural que disfrutaba jugando, compartiendo, riendo y haciendo reír y te convierten en un adulto que no es feliz, que le falta algo, que busca en cosas externas un “algo”. Ese algo puede ser cigarro, puede ser bebida, puede ser la comida, puede ser la pareja, puede ser el sexo, puede ser un coche, puede ser un hijo o una hija, puede ser un cotilleo, la vida de los demás, de la actriz, del actor, un equipo de fútbol, algo… Buscan en cosas externas lo que no tienen dentro. Veo algunos aficionados de fútbol defendiendo el éxito de su equipo contra el del rival. Ya que no tiene éxito él, por lo menos él hincha para un equipo que gana todo. Y tendrá éxito él también. Él no disfruta del fútbol en realidad. Poco importa el juego o el deporte, ni siquiera les gusta hacer deporte, él lo que quiere es que su equipo gane. El resultado es lo importante. De niño disfrutabas jugando y te convierten en un adulto que sólo disfruta si ganas. El resultado es lo importante. Sólo puede ganar uno, sólo el campeón tuvo éxito en realidad.
Hace poco tiempo atendí en mi consultorio a un niño que tenía un padre muy exigente respecto a los deportes; estaba clarísimo que el padre tenía en su hijo una compensación externa del éxito que no tuvo en su vida. Le presionaba al niño de tal forma que a él le atemorizaba la competición. El niño realmente disfrutaba entrenando la Natación (le he visto entrenar), pero no le gustaba competir. Investigué su caso en privado, a solas con el niño sin la presencia del padre, y llegué a la conclusión de que lo que le transmitía su padre días antes de la competición le atemorizaba completamente. El niño disfrutaba entrenando, pero la excesiva búsqueda de resultado de su padre le generaba ansiedad. No tuve que tratar al niño, tuve que tratar al padre. El niño estaba perfectamente. Algunos ajustes en la conducta del padre respecto al niño y todo resuelto. Un niño que realmente le gusta un deporte, el éxito se vuelve una consecuencia natural. Sin forzar, sin presionar, naturalmente. La práctica del deporte es lo importante y no el resultado, algunos padres tienen que comprender eso.
Si sólo te fijas en el resultado, después que ganas el campeonato, después del éxtasis de la conquista, de la euforia, después de toda celebración te das cuenta de que todo sigue igual. Eres el campeón, has llegado adónde te habías propuesto llegar, pero tus sentimientos siguen igual. Sigues siendo el mismo en realidad. Nada ha cambiado. Si eres celoso, seguirás siendo celoso. Si eres inseguro, seguirás siendo inseguro. El millonario que tiene disfunciones sexuales seguirá igual de infeliz por dentro aunque gane más dinero, aunque compre el coche más caro o la casa más elegante. Por lo tanto esa meta que el condicionamiento te da, sin duda, se puede alcanzar, pero no quiere decir que vayas a encontrar algo sublime, algo especial, no te va a traer la felicidad. Como te he dicho antes, la felicidad no es una meta, es tu estado natural. Y el problema reside precisamente ahí: no estás en tu estado natural. Estás intentando ser algo desde el día que te preguntaron qué querías ser de niño. Y ser el niño o la niña, pura y simplemente, era tu bendición.
Observa un niño o una niña con poca edad. ¡Son naturales, son verdaderos! Una vez presencié una de esas adultas preguntando a una niña: “¿Qué vas a hacer cuando seas una adulta como yo?” La niña contestó con toda su sinceridad: “¡Mucha dieta!” No hace falta decirte que la señora que preguntaba eso a la niña tenía algo de obesidad… Los niños son así de verdaderos, así de íntegros; nosotros cuando nacimos también éramos así: éramos sinceros, verdaderos, naturales; después nos convertimos en esos adultos artificiales, falsos, que contesta algo que conviene en aquél momento, algo que no es la verdad. No ser íntegro, no ser verdadero causa una sensación incómoda muy grande a tu cuerpo y a tu psique, observa bien. Puedes mentir y justificar tu mentira por quedar bien con la gente. Pero, en realidad, algo ha ocurrido dentro de ti. Es rápido, casi imperceptible, pero tu cuerpo reacciona a esa mentira con sutiles sensaciones negativas. Repito: sutiles sensaciones negativas. Eso se transforma en hábito. Es malísimo. Piensas una cosa y dices otra, eso es horrible. Te provoca un estado esquizofrénico. He acompañado un estudio en España que demostró que algunos trabajos basados en mentir al cliente, como el de las operadoras de telefonía, es causa de problemas psicosomáticos graves. Los electrodos que registraban los impulsos nerviosos en las trabajadoras apuntaban reacciones en el cuerpo muy negativas –repito: muy negativas- cuando decían algunas frases como “te devolvemos el dinero…” o “el servicio no tiene ningún coste adicional…”. Parece ser que cuando decimos algo que sabemos que no es verdad reaccionamos internamente. Vivimos divididos. Pensamos una cosa y decimos otra. Mentimos, haciendo surgir dentro de nosotros un lado oscuro.
Afortunadamente aunque mientas, tu cuerpo quiere ir hacia la verdad, no podemos evitarlo, aunque política y mentalmente vivamos en una enorme mentira. El cuerpo conserva algo de la naturaleza y hacia ella quiere volver, quiere que seas natural otra vez. Mis pacientes se ríen cuando sus cuerpos les delatan mis preguntas. Les hago ver que su simple tocar en la nariz o rascarse el brazo me contesta más verdaderamente que sus palabras. Lo importante es hacerles conscientes de que en aquél momento actúan, actúan con una parte de su personalidad que no es él mismo o ella misma. Y actuar con esas personalidades te divide, te genera emociones oscuras, te altera el sistema hormonal, altera tu salud. Se sorprenden también y llegan a llorar de emoción cuando se dan cuenta de que determinada forma de pensar estaba alterando seriamente un órgano importante y su salud. Sólo existe una medicina para la humanidad. La conciencia.
Hago constantemente referencia a los niños porque acaban de surgir en la naturaleza y cargan la verdadera esencia del ser humano, la verdadera luz del ser humano. Debemos aprender mucho con ellos. Vienen con la felicidad de fábrica. Aquí en el medio de esa esquizofrenia que llamamos realidad nos alejamos de la felicidad. Y enseñamos al niño un montón de estupideces. Un niño es amor, observa la mirada de un niño de pocos meses de edad. Un adulto no, un adulto se prostituye. Vas a tu puesto de trabajo, pones tu cuerpo pero no pones tu amor. ¡Te prostituyes! Lo que pasa es que en torno al sexo existe más impacto porque es más íntimo. Pero es lo mismo. Menos íntimo, pero lo mismo. Hemos desaprendido a amar. Y el amor llena. Por eso la gente está así por la mitad, apagada, dividida, sintiendo una cosa diciendo otra, mintiendo. “¿Estás bien?”. La gente contesta un “sí” mecánico. No es vibrante, es condicionado; tanto condicionamiento te hace decir cosas que no son en realidad. Repito: has recibido tanto condicionamiento que te hace decir cosas que no son verdad. No estás bien, y contestas que “sí”, estás. Es increíble. El cuerpo se enferma, es completamente normal. Lo que no es normal es esa forma de vivir, eso no es normal, no es natural.
Por lo tanto Amado Lector, Amada Lectora, retoma inmediatamente tu naturaleza si quieres encontrar la felicidad, si quieres sacar lo supremo de tu experiencia aquí en la Tierra. Deja de tener esa idea de tener éxito, de ser alguien, no tienes que ser nadie, ya lo eres. En el análisis final de la vida, el nombre, el dinero y la fama son irrelevantes. Lo único que cuenta para el resultado final es cómo has vivido cada momento de tu vida. ¿Fuiste feliz en las pequeñas cosas? Tomando un baño, tomando un café, caminando por la calle, hablando con un amigo, mirando la luna, ¿fuiste feliz en todos esos momentos?
Un saludo a todos.

martes, 10 de enero de 2012

Naturalmente

En la Naturaleza todo ocurre en calma, en tranquilidad y todo objetivo es alcanzado; en un ritmo respetuoso con el Todo, flores se desabrochan, frutas se maduran y olas desarrollan un estético movimiento sin el mínimo esfuerzo… La dificultad surgió en la mente humana, que salió de esa naturaleza tranquila. Nuestra sociedad –insana- valoriza la dificultad, lo antinatural, lo artificial. Analiza, por favor, la próxima vez que “te esfuerces” en hacer algo. Analiza profundamente a ver si no estás yendo contra la Naturaleza, contra tu Propia Naturaleza, contra tu Voluntad…

Un saludo a todos

lunes, 9 de enero de 2012

Conciencia en Natividad

Me gustaría empezar ese Blog concientizándonos acerca de las Navidades y todo el entorno publicitario alrededor de esa fecha que tiene significados más profundos.
Celebrar esa fecha aplicando “cristianidad” sería una forma más enriquecedora de compartir con nuestros seres queridos algo grandioso que pura y simplemente hacernos regalos, muchas veces inútiles: una talla que no es la tuya, un color que no va contigo… Nadie, a no ser tú mismo, puede saber qué te conviene, qué te haría feliz… Tengo un vecino de esos que tiene un montón de familiares alrededor que compran esas ideas de la publicidad televisiva y que se reúnen en navidades para intentar simular lo que han visto en alguna publicidad o en alguna película. Se intercambian regalos de forma que cada uno tiene que hacer como seis o siete regalos unos a los otros. Se sobreendeudan, y se obsequian cosas del gusto de uno para otros… Es un consumismo fútil, muchas veces por compromiso, siguiendo reglas de lo que te vende la televisión, de lo que supuestamente debes hacer. Tienen que cambiar los regalos que a veces está tan distorsionado respecto al gusto de uno, que ninguno de los demás artículos de la tienda te sirve como a ti te gustaría. La angustia que mi vecino tenía al contarme que económicamente a él le pesaría mucho tener que hacer esos regalos me provocó la idea de que otros millones de españoles estarían en la misma situación. ¿Por qué compran esas ideas?, ¿por qué siguen lo que la publicidad vende como correcto?
Me surgió la idea de que la Navidad sería, como mínimo menos consumista y de más calidad en ese consumo, si nosotros nos regaláramos a nosotros mismos algo que nos faltara. Y día 25 de diciembre o 6 de enero, día de reyes, enseñáramos a nuestros seres queridos qué cosa has adquirido y que realmente ya era hora de que te compraras… Todos tenemos algo que deberíamos adquirir y sin embargo vamos posponiendo y que sabemos que si no compramos, nadie –ni tu amada o amado- podrá identificar esa necesidad. De esa forma el consumo se vuelve más cualitativo. Así mi vecino podría regalarse una cosa que realmente necesitaba y no hacer seis o siete de su gusto para otros. Y si pensamos en el impacto ambiental que ese exceso de consumo provoca, en los regímenes de semiesclavitud laboral en países subdesarrollados de las grandes empresas que ese exceso de consumo provoca… La riqueza es abundante si sabemos utilizarla bien. Y está claro que estamos utilizando nuestros sistemas contra el ser humano, contra mí y contra ti.
Quiero llamar la atención a los padres que tienen una gran responsabilidad respecto a los más nuevos y que deben enseñarles valores menos degradantes y más verdaderos en la ocasión de las fechas navideñas o en cualquier otra oportunidad. Enseñar a un niño a no tener valores externos es crucial para que ese niño sea un adulto equilibrado. Valorar cosas externas hace del niño un adulto materialista. Una persona materialista casi siempre es una persona celosa, el celo se transforma en envidia y ahí está el niño valorando tantas cosas externas que de adulto empieza a valorar lo externo, lo del otro, nunca está integrado en sí mismo, nunca está equilibrado. De adulto fumará o se apoyará en algo, externo claro… Papás, les pido mayor conciencia para que vuestros niños sean adultos psicológicamente equilibrados.
Las fiestas de Navidad se proponen, como su nombre indica, celebrar la Natividad, es decir el nacimiento de Jesús de Nazaret. Las enseñanzas de Jesús de Nazaret fueron direccionadas hacia el amor, la hermandad, el respeto hacia Todo y la Vida. El consumismo predica exactamente lo contrario.
Un saludo a Todos! Feliz 2012!